La mosca.
El domingo pasado se nos coló una mosca en el coche. Al principio no le dimos demasiada importancia. Cuando se posaba en la ventanilla la bajábamos a ver si la dichosa mosca salía del coche pero después de repetir el gesto doce o trece veces nos dimos cuenta de que esta mosca era especialmente molesta o cojonera como también suele decirse.
El cuarto día la mosca dejó de ser una simple mosca para convertirse en una más del panorama familiar así que decidimos darle un nombre que en realidad fueron tres, la puta mosca, la mosca de los cojones y, con p delante por imposición de m, el menos efectista pero igualmente cariñoso la mosca de las narices.
El sexto día se me empezó a agotar la paciencia y empecé a preocuparme por la longevidad de las moscas pues, según mis cálculos iniciales, la mosca ya debería estar muerta pero allí seguía más cojonera que nunca. También se me ocurrieron algunas soluciones “imaginativas”, pero a m no le convencía meter un pegote de mierda en el coche.
Decidí documentarme, dicen que es bueno conocer a tu enemigo, y así descubrí que ese pequeño animalito de la clase de los insectos y que conocemos dependiendo del momento como mosca, mosca de los cojones, la puta mosca o me cago en la madre que parió a paneke, se llama en realidad mosca doméstica (en inglés housefly).
Lo que leí no me tranquilizó en absoluto, resulta que las moscas tienen una longevidad muy variable dependiendo de la temperatura y en verano pueden vivir tan sólo de 7 a 10 días, pero no decían nada del otoño.
Y amén de otras cosas muy interesantes, sin duda, el descubrimiento más preocupante sobre las moscas, ¿cómo se me podía haber pasado por alto? era que la mosca, si era hembra, podía estar preñada. Resulta que las moscas se aparean una única vez y almacenan el esperma que van utilizando para varias puestas. Es decir que la perra (me refiero a la mosca) podía estar en estado de buena esperanza, y yo sin saberlo, bendita ignorancia.
El séptimo día no cogimos el coche, pero mentiría si dijera que no pensé en bajar al garaje para ver como seguía y comprobar si había parido.
El octavo día tenía prisa, subí al coche y arranqué con un gesto mecánico. Cinturón, luces, primera, todo a la izquierda para salvar la columna y luego de nuevo todo a la izquierda para embocar la salida del garaje. Al salir a la calle a la izquierda y de nuevo la primera a la izquierda, luego la primera a la derecha y en el semáforo a la derecha. Tras unos tres kilómetros rotonda, salida en dirección Badajoz, segunda salida de nuevo en dirección a Badajoz, dos kilómetros e incorporación a la nacional V.
Cuando llevo unos kilómetros, de pronto me doy cuenta, ¿dónde estaba la mosca?, al cabo de un tiempo, me hago a la idea, la mosca se ha ido. La verdad es que fue una sensación agridulce al fin y al cabo en 7 días se le puede coger mucho cariño a una mosca y lo peor es que la perra se había ido sin despedirse.
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