Hace unos días estuve viendo Todos los hombres del presidente. Se me quedó grabada la obsesión de los periodistas y los editores por contrastar la información con diversas fuentes antes de publicar nada. La verdad es que no creo en la actualidad se actúe con tanta prudencia.
Desde luego no en España. Aquí, hace ya un par de años que ciertos periodistas descubrieron un latinajo que les ahorraba sufrimientos, trabajo y desde luego mejoraba su cuenta de resultados. La frasecita dice “Qui prodest?” que se traduce por algo como ¿a quién beneficia?
Blandiendo esta herramienta y haciendo uso de una suerte de relativismo epistemológico, se pueden conseguir, sin más que poner el oído y con un poco de ejercicio mental, auténticos milagros en el periodismo de investigación.
Lo peor de esto es que la frasecita se ha extendido y ya no sólo es el motor inmóvil de la línea editorial de determinados periódicos y e-periódicos sino que se contagia y se convierte en piedra angular del método deductivo y eso es muy peligroso.
Por poner un ejemplo, hace unos meses en este blog, discutía con el amigo Replicante sobre la verdad tras la OPA de Gas Natural sobre Endesa. Su argumento final concluía que como Miranda y los directivos de Endesa iban a ser los grandes beneficiados (qui prodest?) de la OPA, la polémica surgida alrededor de la misma estaba dirigida por ellos.
He aquí a lo que antes me refería como relativismo epistemológico, es decir, “conozco lo que quiero conocer”, y Replicante sin género de dudas “conocía” que Miranda iba a ser el gran beneficiado de la OPA (bueno esto no sólo es relativismo epistemológico sino también pitonisismo)
Por otra parte tenemos otro retruécano deductivo que consiste en convertir la consecuencia en causa y esto constituye un auténtico atentado contra el método científico en el que se basa todo el conocimiento humano. En este caso, el enriquecimiento de Miranda (que es la consecuencia profetizada por Replicante) se convierte en la causa de la polémica por la OPA.
Vaya, que con un razonamiento a todas luces absurdo se concluye sin necesidad de contraste de fuentes ni verificación de información la deducción que al interesado le de la gana. Y lo mismo que se concluye eso se puede concluir justo lo contrario.
Y porqué este error pasa desapercibido por tanta gente que da por bueno estos razonamientos. Bueno, sin duda a esto contribuye la afición por las películas policiacas y el éxito de CSI. Es decir, la pregunta Qui Prodest? equivale en el fondo a preguntarse si existe un móvil para un delito.
Lo que parece que se olvida con facilidad es que por que exista un móvil no se condena a nadie y si no se hace no es por remilgos, no se hace sencillamente porque científicamente no se sostiene inferir que el beneficio de alguien demuestra la autoría de la acción que provoca ese beneficio.
Pero desde luego, resulta mucho más barato que pagar a un periodista para que contraste la información y por supuesto los resultados son mucho más espectaculares.